Hoy ha sido un día extraño. Uno de esos días en los que te sientas a reflexionar y piensas en todas esas cosas que te gustaría hacer y que, cosas de la vida, no has podido realizar. Falta de tiempo, de inspiración. No estar en el momento indicado, en el instante oportuno. Saber y no saber. Ser y no estar. Pensar y no querer. Imaginar y después... después la realidad te devuelve de un plumazo al punto de partida y te das cuenta de que ni todo es tan malo, ni los planes están tan mal cuando no salen como tenías pensado. Porque la vida es eso. Un cúmulo de sensaciones, de situaciones equivocadas, de conversaciones estúpidas y de encontronazos sin sentido. De textos, palabras, letras que no llevan a ninguna parte y, textualmente, lo dicen todo. Porque a veces las cosas que ocurren por casualidad son las realmente buenas hoy... he vuelto aquí.
No acabo de comprender el cúmulo de coincidencias que han hecho que entre de nuevo, pero ha pasado. Y, como si lo hiciera cada día, he abierto la página y he empezado a escribir. Solo en ese instante he sabido que, tal vez, lo echara un poco de menos. Pero el tiempo, la vida, esta que pasa incansable segundo a segundo, a veces, te arrebata cosas que no creías que fueran importantes y, sin embargo, lo eran. Hoy alguien me ha dicho "no hay mayor prioridad que dedicarle tiempo a uno mismo" y, entonces, he recordado lo bien que estaba aquí, en casa. En este mundo de textos, palabras y letras sin sentido que no dicen nada pero dicen mi todo.
Hoy... ha sido un día extraño. Hoy... quizá sea un gran día.