He de confesar que mi vida, en bastantes ocasiones, es un caos. Y no, no es un caos ordenado, ni con sentido. Es un CAOS. Punto.
Tengo el escritorio lleno de notitas, libretas con cientos de cosas apuntadas: libros, películas, música... Montones de revistas en el suelo esperan una ojeada, recortes en cajones, libros que empecé y no logré acabar. Sí, a veces la falta de tiempo es un problema. Dejamos de lado las cosas que nos resultaban más interesantes, más satisfactorias, para dedicarnos a otras que eran, en su momento, prioritarias. Y entonces, aunque parezca mentira, llega el momento de retomar todo aquello que un día dejaste atrás.
Al principio resulta un tanto agobiante. Ay! quieres hacer tanto y tienes tan poco tiempo... Pero, con calma, todo llega. Vas acostumbrándote a un nuevo horario. Buscas (y encuentras) tiempo cuando aparentemente no lo había. Y puedes retomar todo aquello que te dolió tanto dejar atrás.
Como decía, mi vida, a veces, es un caos. Pero sigue siendo mi caos. Mi montaña de cosas encima de la mesa. Mis libros por leer encima de la mesilla. Las fotos por organizar dentro del cajón. El ordenador que pide a gritos una actualización... Y cuando consigues tachar un par de cosas de esa lista, aunque sean quizá las menos productivas del mundo (como conseguir forrar un par de archivadores que tenías a medias desde hacía un par de meses) te sientes la mejor persona del mundo.
Ayer, en una reunión para comenzar un nuevo proyecto, alguien me dijo: "No sabemos cuántas cosas somos capaces de llevar adelante hasta que miramos atrás, con el tiempo. Pero recuerda algo. Disfruta del momento, de tu tiempo ahora. Tal y como vengan las cosas. Porque el tiempo, el tiempo para hacer las cosas que querías y no pudiste hacer, aunque parezca mentira, siempre vuelve".
Y sí. El tiempo vuelve, pero no vamos a dejar escapar esta oportunidad.
